jueves, 5 de junio de 2014

Día Mundial de la "Hipocresía"


En consonancia  con lo anterior resulta llamativo que quienes pretenden solucionar los males que nos aquejan en estos momentos de grave crisis económica y social, desde una posición  de seriedad y rigor que ellos mismos se otorgan, vean la solución en el crecimiento y el consumo, o lo que es lo mismo, mas agresión a la naturaleza.
Nos encontramos en un momento en que el sistema económico dominante ha conseguido que la desigualdad de la riqueza en el mundo en general  y en España en particular, esté alcanzando limites obscenos (En el año 2000 el 10% más rico de la población poseía el 85% de la riqueza, y desde entonces la brecha ha ido en aumento), el mantra del crecimiento económico como solución se basa en el dogma de que el enriquecimiento de los ricos acaba revirtiendo a la sociedad, lo que no es más que una mezcla de mentira intencionada y de forzada ceguera moral.
Al dogma del crecimiento como solución le veo dos objeciones una social y otra medio ambiental.
La objeción social se basa en la constatación de una gran desigualdad de la riqueza producida  y un sistema económico y político que funciona muy eficazmente para mantenerla  e incrementarla, lo que nos lleva a concluir que el aumento del crecimiento de la riqueza medida por el PIB lo único que hace es que los ricos lo sean cada vez más a costa de los pobres que aumentan en miseria y en cantidad como ha puesto en evidencia la crisis actual, de manera que  en EEUU los milmillonarios pasaron de poseer 3.500 miles de millones en 2007 a 4.500 miles de millones en 2010, mientras que en el mundo 3.000 millones de personas viven por debajo del umbral de pobreza, establecido en 2 dólares al día, según estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo.
La objeción medio ambiental se basa en el hecho de que en un mundo finito como es nuestro planeta es lógico presuponer que contamos con recursos limitados, por lo que no es sensato planificar como si fuese infinito, por mucho que los avances tecnológicos puedan mejorar la eficiencia en su producción. Evidentemente esta suposición incluye una premisa de manera implícita, que “TODAS LAS PERSONAS” deben ser beneficiarios de la riqueza que se produzca, algo que no está ocurriendo actualmente y que de seguir aplicando las políticas actuales empeorará con el paso de los años, por lo que el otro punto de vista que podemos inferir (que probablemente sea el que contemplan los poderes económicos que nos gobiernan)es que si se controla la población, bien en número(independientemente del método utilizado) o en el acceso de parte de la misma a los bienes producidos, la “civilización” actual podrá mantenerse mediante la acumulación por parte de unos pocos privilegiados a costa de grandes masas de poblaciones “míseras y prescindibles”.
En cuanto al consumo como parte de la solución al problema económico que padecemos nos encontramos con similares objeciones.
Desde una perspectiva social y económica el empobrecimiento cada vez más acentuado de la mayoría de la población supone una barrera al consumo, aunque en los años anteriores a la crisis económica el crédito actuó como un espejismo que suplió la escasez de recursos de la mayoría de los ciudadanos, dando la falsa impresión de que teníamos un estatus que no se correspondía con la realidad. Mención aparte merece el hecho del consumismo absurdo en que nos hemos instalado al sustituir y confundir  tanto en el lenguaje como en nuestras vivencias las “necesidades” que son materiales, limitadas y susceptibles de ser satisfechas, con los “deseos” que son mentales, ilimitados e imposibles de satisfacer, llevándonos a una “necesidad permanente” de consumir y en consecuencia de trabajar para poder disponer de los recursos necesarios que, por otra parte, nunca tendremos suficientes como consecuencia de la manipulación anterior.
“Nada es suficiente para quien lo suficiente es poco”, decía Epicuro.
En el aspecto medio ambiental este consumismo absurdo nos lleva a otra agresión al planeta convirtiéndolo en un “sumidero” que empieza a dar muestras de estar saturándose con las repercusiones negativas en cuanto a calidad de vida para sus habitantes, al menos los humanos. Nos encontramos con islas de plásticos en los océanos, alimentos, aguas y aire cada vez en peores condiciones en cuanto a su calidad con repercusiones en nuestra salud (cáncer, alergias, esterilidad, enfermedades degenerativas, etc.).                                                                                                                        Inmensas cantidades de cacharrería que acumulamos como consecuencia de la obsolescencia programada que nos “obliga” a cambiar constantemente de utensilios instalándonos en la cultura del “usar y tirar” haciéndola extensiva a todos los aspectos de nuestra vida.
Finalmente el efecto que más preocupa es la acumulación de gases que impide el retorno del calor solar provocando el llamado “Efecto invernadero”, como consecuencia del modelo energético actual basado en las energías fósiles (carbón, petróleo y gas),  y cuyos escenarios más dramáticos nos anuncian una subida de varios grados en la temperatura del  planeta lo que provocaría fuertes inundaciones de algunas zonas y sequias en otras.
Ante esta situación ¿Qué se puede hacer desde los movimientos ecologistas?
Lo primero quitarse de encima el estigma de “aguafiestas” que tanto ha calado a nivel popular y tanto daño hace al rigor de sus propuestas. Para ello se debería no cargar tanto las tintas en el aspecto catastrófico del mensaje por lo que tiene de parecido al de los antiguos profetas que amenazaban a las poblaciones con catástrofes y epidemias si no cambiaban su manera “pecaminosa” de vivir. En la actualidad, a veces, parecemos profetas  de la “diosa Gaia” que amenaza con vengarse destruyéndonos si no dejamos de agredirla, aunque esta amenaza es real, parece que necesitamos que se produzcan catástrofes para reconocer  y admitir, desgraciadamente siempre de manera retrospectiva, que podían producirse. Por ello sin dejar de señalar los daños medio ambientales que este tipo de sociedad está produciendo y sus consecuencias para los seres vivos, habría que acentuar los aspectos positivos del mensaje, incidiendo en el “otro tipo de sociedad” en el que poder vivir una “vida que merezca la pena ser vivida” como modelo que defendemos e intentar conseguir que los ciudadanos se vayan incorporando de manera consciente y activa a los cambios propuestos por el placer de experimentarlos y no por el miedo a los desastres.
La esperanza está en que si preguntamos a la gente por los valores más importantes para ellos, es muy probable que en sus respuestas aparezcan la solidaridad, la amistad, el respeto mutuo, la reciprocidad, la igualdad, la sinceridad… Pero al observar el comportamiento cotidiano de esa misma gente con toda seguridad serian otros valores los que destacan (egoísmo, competitividad, codicia, consumismo,..).
Resulta asombrosa la brecha entre lo que se piensa como ideal y lo que se practica en la realidad, entre las palabras y los hechos. Confirmándose la sentencia  “si no vives como piensas, acabarás pensando como vives”.
Una tarea importante del movimiento ecologista es la de establecer puentes que anulen la brecha, haciendo ver a los ciudadanos que la “realidad” en la que se desenvuelven no es algo natural ni la única posible, sino que es una realidad que responde a unos intereses concretos de una clase privilegiada, por lo que debemos crear las condiciones sociales de una realidad diferente que facilite la expresión y desarrollo de la otra cara de la naturaleza humana en la que aparecen los valores ideales, de manera que sea posible armonizar “lo que se dice” con “lo que se hace”, como avance ético y de respeto a sí mismo.                                             Para conseguirlo necesitamos producir una cantidad suficiente de bienes y servicios que satisfagan las necesidades básicas de todos con unos estándares de confort razonables, combinado con una reducción en la cantidad de trabajo necesario (situación que se da actualmente en los países desarrollados), a fin de liberar tiempo para el ocio, entendido como actividad guiada por uno mismo, sin presiones externas.
Habría que garantizar una distribución menos desigual de la riqueza y los ingresos como se propone en el modelo económico de “la economía del bien común”, además de implantar una “renta básica” según las posibilidades económicas del país o territorio afectado, con lo que mejoraríamos las condiciones sociales para la salud, personalidad, respeto y amistad.

Finalmente, una sociedad orientada a hacer realidad los bienes básicos de amistad y armonía con la naturaleza tendrá que hacer más hincapié en el localismo, (en potenciar la agricultura y ganadería ecológica, cambiar el modelo energético de los fósiles a las renovables…) y menos en la centralización y la globalización.

2 comentarios:

  1. Profundas reflexiones. Gracias. Herpes simplex

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  2. Ya sabes que soy fan incondicional de lo que escribes. Una vez más tengo que darte la razón.
    Estoy totalmente de acuerdo Antonio.
    Hasta que la mayoría de la población no se de cuenta de todo lo que dices creo que no habrá un cambio sustancial, pero soy optimista, creo que aunque lentamente el cambio está empezando a dar frutos.

    Ojalá vivamos para ver esa sociedad tan equitativa y feliz.
    Gracias una vez más por tus palabras.

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